[:pb]Deus faz morada nos corações humildes [:es]Dios hace morada en los corazones humildes [:]

[:pb]

Deus não está nos sábios nem nos entendidos, mas nos corações pequenos, nas almas humildes

“Eu te louvo, ó Pai, Senhor do céu e da terra, porque escondeste estas coisas aos sábios e entendidos e as revelaste aos pequeninos” (Mateus 11,25).

O coração de Jesus está louvando, agradecendo, bendizendo, adorando e glorificando o Pai, porque Ele realiza maravilhas no meio de nós. E qual é a grande maravilha que o Pai faz? Ele habita no meio de nós, está morando entre nós. Onde o Pai mora? Onde o nosso Deus mora e habita?

.:Participe do Aprofundamento ‘Estudo Orante da Bíblia’ com padre Roger Araújo

Ele não está nos sábios nem nos entendidos, mas nos corações pequenos, nas almas humildes, naquele que se faz pequeno. É ali que o Deus grande habita. É bom parar para escutar pessoas sábias, entendidas, cheias de conhecimentos, de ciências e coisas teóricas para nos ensinar.

Encontramos sabedoria humana, mas não encontramos Deus, não encontramos a paz nem a presença amorosa do Senhor no meio de nós. Precisamos ser o lugar da morada do Senhor, que habita em nós quando a nossa alma se torna verdadeiramente humilde.

Ser humilde não é fácil. Podemos até nascer humildes, mas à medida que vamos caminhando nas estradas da vida, vamos acumulando os orgulhos do mundo. Às vezes, os nossos pais têm excesso de orgulho de nós, e assim o nosso orgulho incha, cresce e vamos aprendendo a acumulá-lo, a ser melhor nisso e naquilo. Alguns dizem: “Conquistei isso e aquilo. Eu sou assim. Eu descobri. Eu sei. Eu posso”. Essas são as vantagens humanas, as vanglórias do mundo, a soberba humana, mas o pior de tudo são as vaidades da vida.

As vaidades deslumbram o nosso olhar e nos enchem do orgulho do mundo. Para nos encontrarmos com o Senhor da vida, para que Ele faça morada em nós, é preciso desfazer essa tenda que o orgulho criou em cima de nós.

“Eu te louvo e te bendigo, Pai, porque o Senhor faz morada no meio de nós. E onde te encontro? Encontro-te em mim, no meu irmão e nas pessoas que se fazem pobres e humildes de coração, porque ali é o lugar da Sua morada.

Deus abençoe você!

[:es]

Dios no esta en los sabios ni en los entendidos, pero en los corazones, en las almas humildes

“Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado” (Mt 11, 25).

El corazón de Jesús esta alabando, agradeciendo, bendiciendo, adorando y glorificando el Padre, porque Él realiza maravillas en nuestro medio. ¿Y cuál es la gran maravilla que el Padre hace? Él habita en nuestro medio, esta viviendo entre nosotros. ¿Dónde el Padre vive? ¿Dónde nuestro Dios vive y habita?

Él no esta en los sabios ni en los entendidos, pero en los corazones pequeños, en las almas humildes, en aquel que se hace pequeño. Es allí que el Dios grande habita. Es bueno parar para escuchar personas sabias, entendidas, llenas de conocimientos, de ciencias y cosas teóricas para enseñarnos.

Encontramos sabiduría humana, pero no encontramos Dios, no encontramos la paz ni la presencia amorosa del Señor en nuestro medio. Necesitamos ser el lugar de la morada del Señor, que habita en nosotros cuando nuestra alma se convierte verdaderamente humilde.

Ser humilde no es fácil. Podemos incluso nacer humildes, pero a medida que vamos caminando en las carreteras de vida, vamos acumulando los orgullosos del mundo. A veces, nuestros padres tienen exceso de orgullo de nosotros, y así nuestro orgullo se hincha, crece y vamos aprendiendo a acumularlo, a ser mejor en eso o aquello. Algunos dicen: “Conquisté eso o aquello. Yo soy así. Yo descubrí. Yo sé. Yo puedo”. Estas son las ventajas, las vanaglorias del mundo, la soberbia humana, pero el peor del todo son las vanidades de la vida.

Las vanidades deslumbran nuestra mirada y nos llenan del orgullo del mundo. Para encontrarnos con el Señor de la vida, para que Él haga morada en nosotros, es necesario deshacer del orgullo que creó en nosotros.

“Yo te alabo y te bendigo, Padre, porque el Señor hace morada en nuestro medio. ¿Y dónde te encuentro? Te encuentro en mí, en mí hermano y en las personas que se hacen pobres y humildes de corazón, porque allí es el lugar de Su morada.

¡Dios te bendiga![:]